miércoles, 24 de junio de 2015

Día 18 - 24 de junio: volvemos a Tokio y visita a Kamakura

Hoy nos toca volver al punto de origen del viaje: Tokio. Aunque ya lo tenemos controlado si queremos aprovechar para ver destinos que estaban cerca y que en la primera parte del viaje no pudimos ver por centrarnos en la propia ciudad. Vamos a darle una nueva oportunidad al dicho de por aquí de que a quien madruga Buda le ayuda, así que hemos reservado en el tren bala de vuelta a Tokio para las 8.33 porque queríamos llegar más o menos pronto y que nos diera tiempo a visitar otra ciudad cerca de Tokio usando el Japan Rail Pass (que se nos acaba mañana). Un pequeño video de “la vida en un tren bala”: https://www.youtube.com/watch?v=pA67XXtC54w

Es una pena que ahora que ya le hemos cogido el tranquillo a la estación de Kioto tengamos que dejarla. Como vamos por el Japan Railway Pass no podemos usar las puertas automáticas, sino que tenemos que ir por el control manual y después de una semana el de la entrada ya nos tenia fichados. Lo que es increíble es el volumen de tráfico ferroviario que tienen: cada 10 minutos han salido trenes bala de 16 vagones cada uno con dirección a Tokio en dos andenes y los trenes van llenos. Además, aquí si que no vale llegar tarde porque no sólo es que sean muy puntuales, sino que además, en general tienes de margen sólo un par de minutos desde que llega el tren para subirte.

El viaje ha durado 2 horas y medía porque con el Japan Rail Pass no podemos coger los trenes nozomi que son más rápidos y hacen muy pocas paradas. A las 11 hemos llegado a la estación central de Tokio y otra vez hemos tenido que desempolvar nuestros conocimientos de la línea de cercanías circular que nos lleva al nuevo hotel que esta vez hemos reservado cerca de la estación de Hamamatsucho. Resulta que al final el hotel está cerca del Hanode pier, en el que estuvimos cuando hicimos el minicrucero y también muy cerca de la Tokyo tower. La zona está rodeada de rascacielos de oficinas y sólo se ven oficinistas por todas partes.

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Tras el check in hemos descargado las maletas (que gustico) para volver a la estación central de Tokio a coger el tren que nos lleva a Kamakura, una ciudad costera al sur de Tokio que también fue capital de Japón, donde queríamos ir a ver a otro gran buda y los templos de alrededor. Para ello hemos cogido un cercanías que en menos de una hora nos ha dejado allí. Primero hemos visitado el santuario Tsurugaoka Hachimangu, que tiene un pequeño lago con una selva de nenúfares y está dedicado al dios de la guerra. Este templo estaba decorado con cintas de colores que le daba un cierto toque carnavalero. Que la ciudad esté al nivel del mar es una alegría en lo que a brisa se refiere… cuando no hay brisa, sudamos pero como pollos! ojú que caló.

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Después de la visita hemos hecho una parada técnica para comer y nos hemos ido pitando para la otra zona de templos que está en la otra punta de la ciudad. La verdad es que la ciudad estaba a rebosar de gente y de coches y cuando hemos llegado al templo de Hasedera nos hemos dado cuenta de las hordas que allí estaban concentradas.  Había un sendero de horquídeas y nos ha sido imposible visitarlo porque nos han dado número para dentro de medía hora y no nos iba a dar tiempo a verlo y a ir a ver el gran buda. Así que aprovechamos para echar las vista desde el mirador que tiene. Ya en la parte baja del recinto del templo había una cueva en cuyo interior había multitud de minibudas. Era muy interesante,  ya que estaba totalmente a oscuras, iluminada por velas y con unas piscinas naturales. Hay tramos en el que la cueva pasa a tamaño hobbit y se hace complicado andar. En esta cueva la cámara y su flash lo tuvieron que dar todo.

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Cómo los templos cierran a las 17:00 nos hemos ido pitando a ver al Daibutsu, que es una estatua de bronce de 10 metros de altura del buda y data del siglo XIII. Dicen que se inspira en el gran buda que ya vimos en Nara, aunque el de Kamakura está al aire libre porque al parecer el salón en el que estaba situado fue arrasado por un tsunami en 1495. Puedes entrar dentro de la estatua para ver el interior (esta todo hueco) y la verdad es que es curioso ver el ensamblaje, aunque hace un color allí dentro…. El Buda tiene unas ventanas en la espalda, pero ni con ellas abiertas de par en par de conseguía una atmosfera respirable. Lo curioso de verlo pon dentro es ver los empalmes de las placas de metal que utilizaron para su construcción y pensar que hicieron todo esto hace más de 700 años. No había mucha gente por lo que la visita fue agradable: grupos de niñas de excursión escolar que podrían desfilar el 12 de octubre, parejas en el que el bolso más grande lo lleva el chico, etc.. de todo un poco.

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Después de ver el gran buda queríamos ir a ver la playa, porque Kamakura ¡tiene playa! aunque los carteles que están por todas partes te recuerdan que existe la posibilidad de tsunami pues te da una tranquilidad buena buena. Que si suena la alarma de tsunami que corras, que si ves algo raro en el mar pero no ha sonado la alarma de tsunami pues que corras también… vamos que es el sitio ideal para ir a estar relajado y sin preocupaciones. Por otro lado tampoco es un sitio idílico, supongo que en Japón le tienen algo de mania al mar (al menos a nivel residencial por lo que hemos visto en el viaje). La playa estaba bastante mal, sobretodo para los estándares españoles y ni había paseo marítimo, ni tenía un buen aspecto todo lleno de pseudo chavolas, la playa estaba sucia, no había servicios, etc… que no, que esta gente no es de playa. Parecía como si estuvieran montando ahora algunos chiringuitos aunque el aspecto era como de chamizos. Tampoco había nadie bañándose, aunque el agua estaba caliente y había muy poquitas personas en la arena.

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Dando una vuelta por playa el mar nos ofreció una cena gratuita basada en sushi, pero que declinamos.

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Tras el paseito playero, nos volvimos para el centro de la ciudad (y ya de paso ganamos algo de altura. Toda la ciudad esta llena de carteles que te dice a que altura sobre el nivel del mar estas y cual es la ruta de escape si hay un tsunami) y cogimos el tren de vuelta para Tokio.

Ya cansados nos hemos vuelto a Tokyo al hotel a descansar un poco antes de volver a hacer un reconocimiento de la zona en busca de un lugar para cenar. Al final hemos acabado en una Izakaya (pub japonés) porque nos gusta el ambiente lleno de oficinistas tomando cervezas y pasándolo bien. Contrasta con el silencio sepulcral con el que los ves en el tren o por la calle.

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