martes, 23 de junio de 2015

Día 15: 21 de junio - Hiroshima y Miyajima

Nos despertamos a las 5 de la mañana con los truenos del tormentón que estaba cayendo en Kyoto, por lo que los presagios para el día no eran nada buenos. Nota: a las 5 de la mañana aquí ya es de día… pero de día día. Cuando salimos a una hora prudencial del hotel, entorno a las 7.30 ya no llovía, eso si, se notaba el ambiente muy agradable y fresco. Poco a poco el día empezó a mejorar y no nos cayó ni una gota. Por lo que hemos mirado en Internet, las predicciones meteorológicas no se cumplen, ¡ni una!

Ya enfilados hacia la estación de tren, hemos cogido el tren bala para irnos a Hiroshima, que está a unos 360 km al sur de Kyoto. Hemos tardado alrededor de 2 horas y media porque era un tren bala que no iba directo sino que paraba un montón. El conductor se ha empeñado en hacernos una ruta turística parando en todos los pueblos de la zona… y digo pueblos cuando debería decir una gran ciudad detrás de otra porque desde el tren sólo veían casas y casas…

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En Hiroshima, con un sol radiante, nos hemos centrado en ver la zona  “cero” donde EEUU lanzó la bomba atómica el 6 de agosto 1945, para lo cual hemos tenido que coger el tranvía. Lo primero que hemos visto es la cúpula que ha quedado en pie de un edificio que estaba situado a unos 160 metros del epicentro de la bomba. Resulta que era un edificio de 1915 de un arquitecto checo, que fue de los pocos que quedaron en pie en ese área gracias a que la bomba explotó a 800 metros de altura casi sobre el edificio, de forma que los muros no se fueron ni para un lado ni para el otro. Resulta casi fantasmal ver las ruinas apuntaladas.

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Al cruzar el puente es donde se encuentra el parque conmemorativo de la paz, que ocupa casi toda la zona del epicentro. Aquí se encuentran varios monumentos que conmemoran ese día. Es muy conmovedor el monumento a la paz de los niños, porque esta rodeado de pequeñas grullas de papel de colores que los niños de todo Japón han hecho para conmemorar la historia de una niña que sufrió leucemia 10 años después de la bomba y que hizo 1000 grullas de papel papel porque creía que así iba a lograr curarse (en Japón las grullas representan la longevidad y felicidad). Murió antes llegar a las 1000 grullas y desde entonces colegios de todo el mundo mandan las grullas que hacen. En el propio monumento hay un montón de ellas expuestas.

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También hay un monumento a los coreanos que murieron ese día porque estaban trabajando ese día como esclavos. Otro de los monumentos es el que está en el pabellón nacional de la paz, se trata de una fuente que representa la hora en que cayó la bomba (8.15), rodeado de varios olivos. Dentro del pabellón puedes oír los testimonios de algunos niños que sufrieron en sus propias carnes los efectos de la bomba…. La verdad es que se cortaba un poco el cuerpo, porque los relatos eran estremecedores. después entramos en el museo de la paz, donde explican lo que paso ese día y los siguientes, cómo afectó a los ciudadanos y a los edificios. La exposición también es bastante dura porque están expuestos algunos artículos personales de niños que murieron ese día, porque en algunos casos sus padres jamás encontraron sus restos y sólo  encontraron su tartera, una sandalia…. Resulta espeluznante pensar que hubo personas que simplemente desaparecieron por las altas temperaturas que se alcanzaron (5000º C), por ejemplo, en el museo pusieron los escalones de granito del edificio del banco en el que estaba esperando un señor y donde se veía la sombra…. En fin, salimos de ahí con un nudo en la garganta y había muchos japoneses llorando. Resulta curioso que este museo sólo habla de lo que paso ese día y sus repercusiones en las personas, sin hablar en ningún momento de política, ni de culpables …. Tras ver todo esto te haces una mínima idea del sufrimiento que crearon esas bombas, y eso que la de Hiroshima llevaba 50 kg de uranio y sólo explotó 1 kg… si llega a explotar todo, no quiero ni pensarlo…

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Bueno, cara a alegrar un poco el día nos  fuimos a Miyajima que está a unos 25 km al sur de Hiroshima (Hiroshima como ciudad es muy agradable y bonita pero la verdad es que tener tener, tiene poco para ver), para lo cual otra vez cogimos el tranvía, hicimos trasbordo al tren y de ahí al ferry, que como era gestionado por la Japan Railways estaba incluido en el japan rail pass. Así que con el día de hoy, ya hemos utilizado casi todos los medios de transporte posibles en Japón, nos falta el taxi y el teleférico…. El viaje en ferry realmente fue casi anecdótico porque estábamos muy cerca de la costa y duró  10 minutos. También nos permitió ver el mar de una vez por todas, porque en las ciudades costeras en las que habíamos estado no habíamos tenido oportunidad de verlo ya que son ciudades que, en general, da la impresión que viven de espaldas al mar.

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Miyajima es un pequeño islote que es patrimonio de la humanidad, porque tiene un santuario muy famoso sobre la playa: el Itsukushima-jinja. La isla es muy pequeña y montañosa. Al lado del puerto donde desembarcan los ferries es donde están las dos calles comerciales sobre las que se vertebra el pueblo, porque enseguida están las montañas, para las cuales se puede subir en funicular. Aquí también hay muchos ciervos que pululan por las calles, al igual que pasaba en Nara. Aunque estos ciervos son más radicales porque nada más salir del ferri vimos como un ciervo le arrebataba de las manos un plano a un hombre y se ponía a comérselo…. también les vimos coger un vaso de café y forcejear para beberlo…. ¡aquí los ciervos se han hecho pandilleros y adictos a la cafeína!! Para completar el pack también tienen un caballo diabólico expuesto, no sabemos ni por qué ni para qué… pero aquí lo dejamos con sus ojos rojos!

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En la calle comercial aprovechamos para comer en un restaurante, porque lo de ir comiendo por la calle con los ciervos acechándote a cada paso no nos apetecía. Lo típico son las ostras, así que nos pedimos un plato de fideos soba con ostras. Estaba rico. Además, el restaurante en el que estuvimos era uno de esos en los que estas sentado con los pies cruzados sobre un tatami, así que nos sirvió para vivir esa experiencia de retorcerte las piernas para encajarlas…. solo faltaba que de fondo pusieran la musiquilla del tetris para tenerlo todo. Al final la técnica, por glamurosa pero eficaz, de la croqueta resulto muy útil tanto para salir como para entrar. Como postre nos tomamos dos bollos típicos de aquí en otro puesto callejero: son los momiji manju, que tienen forma de hoja de arce y es como un bizcocho relleno de distintos sabores.

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¡Y por fin vimos una playa en Japón! era pequeñita y no había nadie bañándose. De aquí sorteando a los ciervos pandilleros fuimos a visitar el templo más importante. La pena es que cuando fuimos estaba bajando la marea y no se veía en todo su esplendor, porque al estar tan pegado al mar, parece un embarcadero rojo, en vez de un templo y cuando la marea está alta (por las fotos que hemos visto) parece que está flotando en el mar. Aunque lo más famoso no es el templo en sí, sino el gran torii rojo que está en el mar.

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Continuamos dando una vuelta por el pueblo, vimos las pagodas y otros templos y enseguida nos fuimos otra vez al ferry porque ya eran las 4  y pico de la tarde y estaba empezando a chispear. Así que hicimos nuestro viaje de vuelta a la estación de tren de Hiroshima para coger los billetes de vuelta a Kyoto. Se notaba que era domingo porque estaba lleno de gente y no conseguimos plaza hasta el tren de las 19.00 y encima con trasbordo en Shin-Osaka. El resultado es que llegamos al hotel a las 21.30 con ganas de descansar de una vez después del madrugón de las 7 de la mañana.

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Día 14: 20 de junio - Entre Nara y Fushimi Nari

Hoy abandonamos Kyoto para visitar una ciudad que está situada a unos  40 km al sur: se llama Nara y fue la primera capital permanente de Japón, aunque esta capitalidad sólo le duro 75 años. Para ello muy temprano cogimos un tren tipo cercanías en el que tardamos cerca de una hora, porque justo habíamos perdido otro tren que tardaba mucho menos, super mega express. Como salimos tan temprano, coincidimos con la hora punta Japonesa, y hay autenticas hordas de personas por los pasillos de estación por lo que hay momentos en los cuales llegar a tu anden parece algo cercano al rafting. Eso sí, hay que reconocer algo que me ha extrañado mucho y que me ha pasado unas cuantas veces, cuando se dan cuenta que eres guirufo, se suele apartar para dejarte pasar. Una vez en el tren aprovechamos para desayunar “on the road”, bueno mejor dicho “on the railway”. A parte de los cafés en lata (no se si os hemos contado que en los super tienen estantes con latas de café CALIENTE; lo se, es algo provinciano, lo mismo que las tienen frías, tenerlas calientes no supone un gran salto, pero bueno digamos que nos sorprendió) y  los bollos sorpresa (nunca sabes lo que te encontraras tras el primer mordisco: textura chicle, relleno de curry, etc…) decidimos probar algo típico de aquí que es una especie de brazo gitano aderezado con el omnipresente té verde. Estaba bueno.

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Al llegar a Nara nos hicimos con unos mapas y nos fuimos andando a ver las principales atracciones de la ciudad. La ciudad es muy pequeñita (sobre todo para los estándares japoneses) pero rezuma tranquilidad y paz. Ya con todo el equipamiento necesario, empezamos nuestra ruta: lo primero fue ver las pagodas de  Kofuku-ji, una de las cuales es la 2ª mayor de Japón. Este templo ya está dentro del parque de Nara Koen, lleno de ciervos dóciles, que están entre los templos buscando o quitándoles la comida a los turistas. Al parecer en el budismo se consideraban mensajeros de los dioses y por esta razón gozan, según la guía lonely planet, de “estatus de tesoro nacional”. La verdad  es que hay muchísimos ciervos en toda esta zona de templos y como te pares y le des comida, la has fastidiado, porque no te van a dejar en paz… otra cosa es la que te pueda caer si metes el tesoro nacional en salsa…. Por cierto, venden unas galleta-ciervos para que se las des. Si no das con ellas o no te quieres gastar los yenes, estos ciervos son de naturaleza agradecida y no te desprecian nada. Parece ser que entre sus mayores comidas fetiches estas los panfletos de la oficina de turismo.

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Lo segundo que vimos fue el jardín Yoshiki-en. Este es un jardín tipo landspace japones (que expertos estamos hechos ya) pequeñito pero muy agradable. Como curiosidad destacar que este templo es gratis para los visitantes extranjeros, todo un detalle.

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Después del agradable paseo por el jardín, seguimos nuestra ruta hacia la principal atracción de Nara: el buda gigante del templo de Todai-ji. El edificio ya en si mismo es bastante impresionante desde fuera, de hecho es el edificio de madera más grande del mundo. El buda que se encuentra dentro del templo no se queda atrás: tiene 16 m de altura y para haceros una idea el orificio de la nariz mide  50 cm.

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Lo mejor de todo es que tuvimos mucha suerte y ese día en Nara había un festival de música con atracciones en diversas partes de la ciudad. Justo dentro del templo estaba cantando opera una geisha/soprano con música en directo. Hizo un repaso de los “Opera Greatest Hits” véase: nessu dorma, rigoletto, etc… y otras, que creemos, son típicas japonesas. El entorno, la música y la buena de voz de la geisha/soprano hicieron que fuera un momento agradable y especial. Fue impresionante la combinación de poder ver el buda gigante y escuchar la voz y la música en directo en la misma sala. Cuando la cantante termino, un grupo numeroso de personas empezaron a poner todas sus cámaras y móviles en posición de “fuego a discreción”. Esto no pintaba nada bien… luego empezó a sonar una música infantil y todos empezaron a hacer palmas…. (oh NO!!!!, esto no esta pasando). Acto y seguido un grupo de escolares japoneses que tendrían 5 años cantaron unas canciones suyas (ejem… y hasta este punto puedo leer). Un pequeño video: https://youtu.be/e2fogIWqwys

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Volviendo al  edificio del templo destacar que tienen un pilar con un orificio en la parte baja del tamaño de 50 cm. La gente cree que si logras pasar por el orificio podrás alcanzar la iluminación. Obviamente sólo los niños (y no todos; los que se inflan a bollycaos no pueden seguir la senda de la iluminación) lograban pasar por él y había incluso cola para intentarlo. No hace falta reseñar que nosotros pasamos holgadamente (juas, juas,juas).

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Después de visitar el gran buda, lo siguiente era ver el resto de templos más pequeños que estaban cerca. El camino estaba salpicado por multitud de tiendas y ciervos (estaban muy locos y por todos lados, eran como pandilleros en busca de su dosis de galleta o panfleto).

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Vimos el Nigatsu-do,  el Sangatsu-do y el Kasuga taisha. Lo más peculiar de estos tempos es el enorme número de farolillos de piedra que había por todos lados. También aprovechamos para ver unas cuantas monjas de los templos. Aquí se visten con vivos colores y son bastante jóvenes, pero la pregunta fundamental es… ¿harán dulces?. También destacar que aquí todo es ciervo-temático, por lo que hasta las tablillas de peticiones de deseos varios a los dioses tienen forma de ciervo.

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De aquí nos volvimos tranquilamente hasta la estación de tren, paseando por la calle principal que está llena de comercios. Cogimos un tren, que literalmente paraba cada 2 minutos. Además era el que cogían todos los escolares para volverse a clase después del colegio por lo que estaba bastante concurrido. Eso en vez de un vagón parecía la fiesta del Corpus, con todos la chavalería vestida de primera comunión (aquí los uniformes escolares oscilan entre marinerito para la mayoría y unos pocos que parece que van de cacería del zorro). Bueno el viaje fue agradable e incluso aprovechamos para echar un pequeño coscorrón en los 45 minutos que duró el viaje.

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Nuestra siguiente parada volvía a estar en Kyoto: el Fushimi inari. Este templo es más famoso, más que por el templo en sí mismo, por los múltiples toriis (puertas) rojas que flanquean un camino que va del templo a la montaña. Es una de las imágenes más famosas de Japón.

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Al principio del camino estaba bastante lleno de gente y era difícil hacerse una foto, pero a medida que vas subiendo por el camino empinado (muchos tramos son de escaleras) se iba viendo menos gente (la gravedad cribaba entre guiris blandos y guiris aguerridos). Estos toriis al parecer están como “patrocinados” por muchas empresas y particulares que han donado dinero.  La vista de los innumerables toriis rojos es increíble. Vas subiendo por el camino y vas pasando también por pequeños templos y casas de  té, que casi actúan como estación de repostaje para recobrar el aliento. La verdad es que el día era pegajoso, porque hacía sol y muchísima humedad. A medio camino hay un mirador desde el que se tienen vistas de Kyoto, aunque apenas se puede distinguir nada por la bruma.

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Después de visitar Fushimi Inari, nos volvimos a Kyoto en otro tren regional (está a tan sólo dos paradas). Ya en Kyoto, descansamos un poco en el hotel porque el calor nos estaba aplatanando y para cenar repetimos un sitio que estaba cerca del hotel en el que estuvimos el otro día, para comer otra variante más del arroz, la sopa y diversas formas de cocinar la carne de ternera, la de cerdo y las gambas.

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