Hoy abandonamos Kyoto para visitar una ciudad que está situada a unos 40 km al sur: se llama Nara y fue la primera capital permanente de Japón, aunque esta capitalidad sólo le duro 75 años. Para ello muy temprano cogimos un tren tipo cercanías en el que tardamos cerca de una hora, porque justo habíamos perdido otro tren que tardaba mucho menos, super mega express. Como salimos tan temprano, coincidimos con la hora punta Japonesa, y hay autenticas hordas de personas por los pasillos de estación por lo que hay momentos en los cuales llegar a tu anden parece algo cercano al rafting. Eso sí, hay que reconocer algo que me ha extrañado mucho y que me ha pasado unas cuantas veces, cuando se dan cuenta que eres guirufo, se suele apartar para dejarte pasar. Una vez en el tren aprovechamos para desayunar “on the road”, bueno mejor dicho “on the railway”. A parte de los cafés en lata (no se si os hemos contado que en los super tienen estantes con latas de café CALIENTE; lo se, es algo provinciano, lo mismo que las tienen frías, tenerlas calientes no supone un gran salto, pero bueno digamos que nos sorprendió) y los bollos sorpresa (nunca sabes lo que te encontraras tras el primer mordisco: textura chicle, relleno de curry, etc…) decidimos probar algo típico de aquí que es una especie de brazo gitano aderezado con el omnipresente té verde. Estaba bueno.
Al llegar a Nara nos hicimos con unos mapas y nos fuimos andando a ver las principales atracciones de la ciudad. La ciudad es muy pequeñita (sobre todo para los estándares japoneses) pero rezuma tranquilidad y paz. Ya con todo el equipamiento necesario, empezamos nuestra ruta: lo primero fue ver las pagodas de Kofuku-ji, una de las cuales es la 2ª mayor de Japón. Este templo ya está dentro del parque de Nara Koen, lleno de ciervos dóciles, que están entre los templos buscando o quitándoles la comida a los turistas. Al parecer en el budismo se consideraban mensajeros de los dioses y por esta razón gozan, según la guía lonely planet, de “estatus de tesoro nacional”. La verdad es que hay muchísimos ciervos en toda esta zona de templos y como te pares y le des comida, la has fastidiado, porque no te van a dejar en paz… otra cosa es la que te pueda caer si metes el tesoro nacional en salsa…. Por cierto, venden unas galleta-ciervos para que se las des. Si no das con ellas o no te quieres gastar los yenes, estos ciervos son de naturaleza agradecida y no te desprecian nada. Parece ser que entre sus mayores comidas fetiches estas los panfletos de la oficina de turismo.
Lo segundo que vimos fue el jardín Yoshiki-en. Este es un jardín tipo landspace japones (que expertos estamos hechos ya) pequeñito pero muy agradable. Como curiosidad destacar que este templo es gratis para los visitantes extranjeros, todo un detalle.
Después del agradable paseo por el jardín, seguimos nuestra ruta hacia la principal atracción de Nara: el buda gigante del templo de Todai-ji. El edificio ya en si mismo es bastante impresionante desde fuera, de hecho es el edificio de madera más grande del mundo. El buda que se encuentra dentro del templo no se queda atrás: tiene 16 m de altura y para haceros una idea el orificio de la nariz mide 50 cm.
Lo mejor de todo es que tuvimos mucha suerte y ese día en Nara había un festival de música con atracciones en diversas partes de la ciudad. Justo dentro del templo estaba cantando opera una geisha/soprano con música en directo. Hizo un repaso de los “Opera Greatest Hits” véase: nessu dorma, rigoletto, etc… y otras, que creemos, son típicas japonesas. El entorno, la música y la buena de voz de la geisha/soprano hicieron que fuera un momento agradable y especial. Fue impresionante la combinación de poder ver el buda gigante y escuchar la voz y la música en directo en la misma sala. Cuando la cantante termino, un grupo numeroso de personas empezaron a poner todas sus cámaras y móviles en posición de “fuego a discreción”. Esto no pintaba nada bien… luego empezó a sonar una música infantil y todos empezaron a hacer palmas…. (oh NO!!!!, esto no esta pasando). Acto y seguido un grupo de escolares japoneses que tendrían 5 años cantaron unas canciones suyas (ejem… y hasta este punto puedo leer). Un pequeño video: https://youtu.be/e2fogIWqwys
Volviendo al edificio del templo destacar que tienen un pilar con un orificio en la parte baja del tamaño de 50 cm. La gente cree que si logras pasar por el orificio podrás alcanzar la iluminación. Obviamente sólo los niños (y no todos; los que se inflan a bollycaos no pueden seguir la senda de la iluminación) lograban pasar por él y había incluso cola para intentarlo. No hace falta reseñar que nosotros pasamos holgadamente (juas, juas,juas).
Después de visitar el gran buda, lo siguiente era ver el resto de templos más pequeños que estaban cerca. El camino estaba salpicado por multitud de tiendas y ciervos (estaban muy locos y por todos lados, eran como pandilleros en busca de su dosis de galleta o panfleto).
Vimos el Nigatsu-do, el Sangatsu-do y el Kasuga taisha. Lo más peculiar de estos tempos es el enorme número de farolillos de piedra que había por todos lados. También aprovechamos para ver unas cuantas monjas de los templos. Aquí se visten con vivos colores y son bastante jóvenes, pero la pregunta fundamental es… ¿harán dulces?. También destacar que aquí todo es ciervo-temático, por lo que hasta las tablillas de peticiones de deseos varios a los dioses tienen forma de ciervo.
De aquí nos volvimos tranquilamente hasta la estación de tren, paseando por la calle principal que está llena de comercios. Cogimos un tren, que literalmente paraba cada 2 minutos. Además era el que cogían todos los escolares para volverse a clase después del colegio por lo que estaba bastante concurrido. Eso en vez de un vagón parecía la fiesta del Corpus, con todos la chavalería vestida de primera comunión (aquí los uniformes escolares oscilan entre marinerito para la mayoría y unos pocos que parece que van de cacería del zorro). Bueno el viaje fue agradable e incluso aprovechamos para echar un pequeño coscorrón en los 45 minutos que duró el viaje.
Nuestra siguiente parada volvía a estar en Kyoto: el Fushimi inari. Este templo es más famoso, más que por el templo en sí mismo, por los múltiples toriis (puertas) rojas que flanquean un camino que va del templo a la montaña. Es una de las imágenes más famosas de Japón.
Al principio del camino estaba bastante lleno de gente y era difícil hacerse una foto, pero a medida que vas subiendo por el camino empinado (muchos tramos son de escaleras) se iba viendo menos gente (la gravedad cribaba entre guiris blandos y guiris aguerridos). Estos toriis al parecer están como “patrocinados” por muchas empresas y particulares que han donado dinero. La vista de los innumerables toriis rojos es increíble. Vas subiendo por el camino y vas pasando también por pequeños templos y casas de té, que casi actúan como estación de repostaje para recobrar el aliento. La verdad es que el día era pegajoso, porque hacía sol y muchísima humedad. A medio camino hay un mirador desde el que se tienen vistas de Kyoto, aunque apenas se puede distinguir nada por la bruma.
Después de visitar Fushimi Inari, nos volvimos a Kyoto en otro tren regional (está a tan sólo dos paradas). Ya en Kyoto, descansamos un poco en el hotel porque el calor nos estaba aplatanando y para cenar repetimos un sitio que estaba cerca del hotel en el que estuvimos el otro día, para comer otra variante más del arroz, la sopa y diversas formas de cocinar la carne de ternera, la de cerdo y las gambas.