sábado, 20 de junio de 2015

Día 13 - 19 de junio: ¡Nos comemos Kyoto!

Hoy desde un primer momento ha amanecido lloviendo, aunque no era mucho, sólo un txirimiri que ha permanecido con nosotros casi todo el día. El plan de hoy era conocer varios templos importantes del noroeste de Kyoto y el bosque de bambúes de Arashiyama. Para lo cuál hoy si que hemos comprado el billete de un día para utilizar el bus porque era una zona que esta bastante lejos del hotel.
Lo primero ha sido ver uno de los templos más importantes de Kyoto (y de Japón): el pabellón dorado (Kinkaku-ji o el brilli-brilli temple). La guía ya nos prevenía de que el templo suele estar bastante lleno, pero jamás nos imaginábamos que nos íbamos a encontrar con las hordas de gente que allí vimos y, encima, con paraguas (que se abulta más).  La mayoría eran tours guiados de chinos y excursiones de escolares japoneses. El resultado fue que no pudimos admirar el templo en paz y tranquilidad como viene siendo habitual. Era casi imposible hasta poder hacerse una foto, lo cual ha sido una pena porque realmente el paisaje era de postal: un bonito templo dorado en un lago. Resulta que el edificio original era del s. XIV pero en 1950 un joven obsesionado con el templo lo quemó ¿? (hay amores que matan). 5 años después lo reconstruyeron y le pusieron unos láminas de pan de oro que hace que sea vea dorado.
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De aquí hemos continuado con la ruta de templos que nos tocaba para hoy, visitando el de Ryoan-ji, que está a 30 minutos andando, pero nosotros fuimos en bus por aquello de amortizar el ticket de un día Sonrisa. Lo más bonito de este templo creemos que es el lago y los jardines que lo circundan, por su belleza y por la paz y tranquilidad que se respira después de la vorágine vivida en el pabellón dorado. No obstante, en este templo es famoso por otra atracción: el jardín seco de estilo “kare sansui”, es decir, una superficie de unos 25 metros cuadrados, delimitada por un muro por un lado y por el templo por otro y que lo único que tiene es: el suelo de gravilla rastrillada y  unas 15 piedras grandes distribuidas aleatoriamente…según la guía “están aparentemente a la deriva en un mar de arena”. Los monjes están encantados con el tema de la poda y el riego.
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Al siguiente templo si que fuimos andando porque estaba más cerca (y porque no había bus). Se trata del templo de Ninna-ji. Aquí nos pasó como con otros muchos templos de Kyoto: uno de los edificios estaba en obras, así que dimos una vuelta para ver la pagoda de 5 pisos y los edificios que se podían ver desde el exterior.
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La siguiente parada era el complejo de templos: Myoshin-ji, que tiene 47 subtemplos… Esta vez también fuimos andando porque estaba bastante cerquita. Era casi como una miniciudad/centro comercial de templos por todos los sitios, aunque la mayoría están cerrados y otros están en obras, pero disfrutamos de la paz que se respiraba.
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Como todavía era mediodía decidimos aprovechar que estábamos en la zona del oeste de Kyoto  y que había un bus cerca que nos llevaba a Arashiyama para visitar el bosque de bambúes, visita  que teníamos en principio programada para otro día.  Nada más bajar del bus decidimos hacer un alto en el camino porque los estómagos pedían su tributo, así que buscamos una tasca para comernos un plato de los nuestros de noodles y arroz con diversos acompañamientos.
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Ahora sí que con el estomago lleno estábamos preparados para afrontar el último templo de la jornada y el bosque de bambúes.  El templo se llama el de Tenryu-ji y lo principal que había que ver era su jardín. La verdad es que con tanto templo y tanto jardín impresionante empieza a ser difícil describirlos. A nosotros nos están encantando todos los jardines que estamos viendo y eso a pesar de que no los estamos viendo en la época buena (en abril para ver la floración de los cerezos o en otoño para ver el follaje otoñal, principalmente de los arces). Pero sigue siendo casi mágico sumergirte en los pequeños caminos de los jardines, rodeados del follaje etereo del acer palmatum, el verde del musgo y las hortensias del color azul más intenso que jamás hayamos visto.
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Tras la visita al jardín salimos por una de las salidas que iba directa al bosque de bambúes. Teníamos muchísimas ganas de verlo en persona y no nos decepcionó, bueno, lo único que nos decepcionaron fueron dos cosas: creíamos que ocupaba una mayor superficie y que no pasaban coches por el medio del único camino  que atraviesa el bosque. En si mismo, el bosque es impresionante por la luz que desprende y por la visión de tantos troncos altísimos de bambúes bien cuidados (se nota porque al principio del camino se podían ver zonas que tenían mas maleza y troncos muertos y el aspecto no era tan espectacular). Teníamos un poco de miedo de encontrarnos otra vez con hordas de gente en el camino, pero la verdad es que como ya era por la tarde se notaba que había menos tours y, en general, pudimos estar más tranquilos. Después, dimos otro paseo por la zona por ver si veíamos algún templo más, pero ninguno fue de nuestro agrado y nos dimos la vuelta para volver a ver el bosque otra vez. Esta vez encontramos una pequeña puerta que te permitía salir del sendero marcado y poder explorar un poco el bosque. Una vez disfrutado en el bosque (que es la caña, de bambu), nos fuimos para el hotel para descansar un poco y recargar energías.
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Nos volvimos en bus, porque esta zona está bastante alejada de la ciudad, pero pillamos la hora punta y tardamos un montón en llegar.
Después de descansar un poco, decidimos acabar el día dando otra vuelta a la zona comercial de Nishiki y dar una vuelta por esa zona. Como había mucho restaurante por la zona aprovechamos para cenar algo en una calle por la que pasaba un pequeño canal y que era paralela a la calle Pontocho. Cenamos algo de sushi, porque la verdad es que desde que estuvimos en Tokyo no habíamos vuelto a comerlo. La verdad es que tampoco hay tantos restaurantes de sushi como pensábamos que habría, lo que más te encuentras son los de ramen-arroz-noodles con acompañamientos de carne y pescados.
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Tras la cena, visitamos la calle Pontocho, que es muy estrecha (unos 2 metros) y tiene un montón de restaurantes tradicionales con farolillos blancos y rojos encendidos. De noche es preciosa. Toda esta zona estaba superanimada de gente, posiblemente porque era viernes, aunque no sé si ellos tienen la misma concepción del viernes que nosotros porque las tiendas suelen estar abiertas todos los días y hemos visto en internet que muchos japoneses tienen jornadas laborales de aprox. 80 horas/semana (13 horas al día, 6 días a la semana).
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De aquí nos fuimos a Gion a dar una vuelta por el barrio, aunque ya habíamos visto la parte más bonita donde están las casas de las geishas, el día que visitamos la zona del templo de Kiyomizera (concretamente, cuando vimos el templo de Yasaka-jinja y el parque de Maruyama). De aquí ya nos fuimos rendidos a casa (en bus), aunque metimos la pata y cogimos uno que nos llevo directo a la estación de Kyoto sin paradas… nada que no se pueda resolver cogiendo el siguiente bus que ya si nos dejo cerca de nuestra calle (Gojo).
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Ya hemos visto el centro, el noreste, el noroeste de Kyoto. Mañana toca el sureste de Kyoto y una ciudad que está a tan sólo 30 kilómetros al sur: Nara.