Nos despertamos a las 5 de la mañana con los truenos del tormentón que estaba cayendo en Kyoto, por lo que los presagios para el día no eran nada buenos. Nota: a las 5 de la mañana aquí ya es de día… pero de día día. Cuando salimos a una hora prudencial del hotel, entorno a las 7.30 ya no llovía, eso si, se notaba el ambiente muy agradable y fresco. Poco a poco el día empezó a mejorar y no nos cayó ni una gota. Por lo que hemos mirado en Internet, las predicciones meteorológicas no se cumplen, ¡ni una!
Ya enfilados hacia la estación de tren, hemos cogido el tren bala para irnos a Hiroshima, que está a unos 360 km al sur de Kyoto. Hemos tardado alrededor de 2 horas y media porque era un tren bala que no iba directo sino que paraba un montón. El conductor se ha empeñado en hacernos una ruta turística parando en todos los pueblos de la zona… y digo pueblos cuando debería decir una gran ciudad detrás de otra porque desde el tren sólo veían casas y casas…
En Hiroshima, con un sol radiante, nos hemos centrado en ver la zona “cero” donde EEUU lanzó la bomba atómica el 6 de agosto 1945, para lo cual hemos tenido que coger el tranvía. Lo primero que hemos visto es la cúpula que ha quedado en pie de un edificio que estaba situado a unos 160 metros del epicentro de la bomba. Resulta que era un edificio de 1915 de un arquitecto checo, que fue de los pocos que quedaron en pie en ese área gracias a que la bomba explotó a 800 metros de altura casi sobre el edificio, de forma que los muros no se fueron ni para un lado ni para el otro. Resulta casi fantasmal ver las ruinas apuntaladas.
Al cruzar el puente es donde se encuentra el parque conmemorativo de la paz, que ocupa casi toda la zona del epicentro. Aquí se encuentran varios monumentos que conmemoran ese día. Es muy conmovedor el monumento a la paz de los niños, porque esta rodeado de pequeñas grullas de papel de colores que los niños de todo Japón han hecho para conmemorar la historia de una niña que sufrió leucemia 10 años después de la bomba y que hizo 1000 grullas de papel papel porque creía que así iba a lograr curarse (en Japón las grullas representan la longevidad y felicidad). Murió antes llegar a las 1000 grullas y desde entonces colegios de todo el mundo mandan las grullas que hacen. En el propio monumento hay un montón de ellas expuestas.
También hay un monumento a los coreanos que murieron ese día porque estaban trabajando ese día como esclavos. Otro de los monumentos es el que está en el pabellón nacional de la paz, se trata de una fuente que representa la hora en que cayó la bomba (8.15), rodeado de varios olivos. Dentro del pabellón puedes oír los testimonios de algunos niños que sufrieron en sus propias carnes los efectos de la bomba…. La verdad es que se cortaba un poco el cuerpo, porque los relatos eran estremecedores. después entramos en el museo de la paz, donde explican lo que paso ese día y los siguientes, cómo afectó a los ciudadanos y a los edificios. La exposición también es bastante dura porque están expuestos algunos artículos personales de niños que murieron ese día, porque en algunos casos sus padres jamás encontraron sus restos y sólo encontraron su tartera, una sandalia…. Resulta espeluznante pensar que hubo personas que simplemente desaparecieron por las altas temperaturas que se alcanzaron (5000º C), por ejemplo, en el museo pusieron los escalones de granito del edificio del banco en el que estaba esperando un señor y donde se veía la sombra…. En fin, salimos de ahí con un nudo en la garganta y había muchos japoneses llorando. Resulta curioso que este museo sólo habla de lo que paso ese día y sus repercusiones en las personas, sin hablar en ningún momento de política, ni de culpables …. Tras ver todo esto te haces una mínima idea del sufrimiento que crearon esas bombas, y eso que la de Hiroshima llevaba 50 kg de uranio y sólo explotó 1 kg… si llega a explotar todo, no quiero ni pensarlo…
Bueno, cara a alegrar un poco el día nos fuimos a Miyajima que está a unos 25 km al sur de Hiroshima (Hiroshima como ciudad es muy agradable y bonita pero la verdad es que tener tener, tiene poco para ver), para lo cual otra vez cogimos el tranvía, hicimos trasbordo al tren y de ahí al ferry, que como era gestionado por la Japan Railways estaba incluido en el japan rail pass. Así que con el día de hoy, ya hemos utilizado casi todos los medios de transporte posibles en Japón, nos falta el taxi y el teleférico…. El viaje en ferry realmente fue casi anecdótico porque estábamos muy cerca de la costa y duró 10 minutos. También nos permitió ver el mar de una vez por todas, porque en las ciudades costeras en las que habíamos estado no habíamos tenido oportunidad de verlo ya que son ciudades que, en general, da la impresión que viven de espaldas al mar.
Miyajima es un pequeño islote que es patrimonio de la humanidad, porque tiene un santuario muy famoso sobre la playa: el Itsukushima-jinja. La isla es muy pequeña y montañosa. Al lado del puerto donde desembarcan los ferries es donde están las dos calles comerciales sobre las que se vertebra el pueblo, porque enseguida están las montañas, para las cuales se puede subir en funicular. Aquí también hay muchos ciervos que pululan por las calles, al igual que pasaba en Nara. Aunque estos ciervos son más radicales porque nada más salir del ferri vimos como un ciervo le arrebataba de las manos un plano a un hombre y se ponía a comérselo…. también les vimos coger un vaso de café y forcejear para beberlo…. ¡aquí los ciervos se han hecho pandilleros y adictos a la cafeína!! Para completar el pack también tienen un caballo diabólico expuesto, no sabemos ni por qué ni para qué… pero aquí lo dejamos con sus ojos rojos!
En la calle comercial aprovechamos para comer en un restaurante, porque lo de ir comiendo por la calle con los ciervos acechándote a cada paso no nos apetecía. Lo típico son las ostras, así que nos pedimos un plato de fideos soba con ostras. Estaba rico. Además, el restaurante en el que estuvimos era uno de esos en los que estas sentado con los pies cruzados sobre un tatami, así que nos sirvió para vivir esa experiencia de retorcerte las piernas para encajarlas…. solo faltaba que de fondo pusieran la musiquilla del tetris para tenerlo todo. Al final la técnica, por glamurosa pero eficaz, de la croqueta resulto muy útil tanto para salir como para entrar. Como postre nos tomamos dos bollos típicos de aquí en otro puesto callejero: son los momiji manju, que tienen forma de hoja de arce y es como un bizcocho relleno de distintos sabores.
¡Y por fin vimos una playa en Japón! era pequeñita y no había nadie bañándose. De aquí sorteando a los ciervos pandilleros fuimos a visitar el templo más importante. La pena es que cuando fuimos estaba bajando la marea y no se veía en todo su esplendor, porque al estar tan pegado al mar, parece un embarcadero rojo, en vez de un templo y cuando la marea está alta (por las fotos que hemos visto) parece que está flotando en el mar. Aunque lo más famoso no es el templo en sí, sino el gran torii rojo que está en el mar.
Continuamos dando una vuelta por el pueblo, vimos las pagodas y otros templos y enseguida nos fuimos otra vez al ferry porque ya eran las 4 y pico de la tarde y estaba empezando a chispear. Así que hicimos nuestro viaje de vuelta a la estación de tren de Hiroshima para coger los billetes de vuelta a Kyoto. Se notaba que era domingo porque estaba lleno de gente y no conseguimos plaza hasta el tren de las 19.00 y encima con trasbordo en Shin-Osaka. El resultado es que llegamos al hotel a las 21.30 con ganas de descansar de una vez después del madrugón de las 7 de la mañana.