martes, 16 de junio de 2015

Día 10 - 16 de junio: de mercado a templo…

Cómo ayer nos quedamos con ganas de ver el mercado de Omicho en plena acción, decidimos coger el tren para Kyoto a las 11 para que nos diera tiempo de dar una vuelta al mercado antes de hacer el check out del hotel.  Nos encanta ver los mercados (y los parlamentos) cuando vamos a países exóticos. Supongo que porque es una de las formas de conocer cómo viven de verdad, más allá de lo que nos cuentan las guías del lonely planet. Además, como ya habíamos visitado el mercado mayorista (no limpio pescado) del pescado de Tsukiji (Tokio), ahora queríamos ver un mercado minorista, de los de toda la vida, al que van las Maris Japonesas ha hacer la compra.

Empezaremos contando el tema de las pescaderías: la verdad es que es que este país  tiene un género y una variedad de pescados de la mejor que existe en el mundo. Nos pareció muy curioso la forma de vender el pescado. Cuando estuvimos en Hong Kong vimos que en los mercados vendían los pescados todavía vivos que tenían en pequeños baldes para mantener el pescado vivo, eso sí, el olor… que digo olor, edor, era penetrante y en ciertos puestos inaguantable. Aquí en Japón sin embargo cuando llega al mercado minorista y lo exponen al público  el pescado ya está muerto. Todo esta muy limpio y por los olores difícilmente se diría que se esta en un mercado de pescado. En unos puestos lo tenían en cajas de corcho blanco y tapadas con un cristal por encima, en otros lo tenían sobre unos platos o cestas.

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El tema de las fruterías nos chocó por los precios tan caros y las pocas cantidades que vendían. Había muy pocos puestos que vendieran, o tuvieran expuestas, grandes cantidades. Por ejemplo, vendían unas tarrinas de fresas que no superarían los 250 gr y que costaban unos 400 Y (más de 3€), también tenían unas cajas supermonas de cerezas que estaban colocadas como si fueran bombones, 6 mandarinas 200 Y….

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En las carnicerías nos dimos cuenta de porque es tan cara la carne de Kobe en los restaurantes: es que en el mercado ya tiene unos precios prohibitivos (100 gr: 800 Y (más de 6€)). Eso si, la cortan tan fina (no se si será a katana) que tienen que soplar para ver si te han echado 1 o 2 filetes.

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Entre los puestos también tenían pequeños sitios de comida donde te vendían pinchos a la brasa, fritangas de pescado ¡hasta había (y hemos probado) unas tortillitas de camarones! (no, no están a la altura de las de Cádiz, pero oyes, se agradece encontrártelas de desayuno a 10.000 km de España). También ha caído una especie de jurel rebozado muy rico también ¡estos japoneses saben lo que hacen!

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Después del mercado hemos hecho el check out y hemos ido con tiempo a la estación, así hemos aprovechado para hacer más fotos a la mega estructura y esperar tranquilos en el andén a que llegará el tren que nos llevó a Kyoto. No era tren bala: era un tren ¡thunderbird! (se llama así).

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El viaje ha sido de un par de horas. El tren ha ido medio vacío, aunque si hubiera ido lleno daría lo mismo porque estos japoneses son tan silenciosos que ni te percatas de su presencia. El paisaje ha sido mas periurbano y llano que nuestros anteriores viajes en tren. También había mucho arrozal, hemos visto un buda gigante desde la estación de una de las ciudades que hemos pasado y también hemos bordeado un gran lago que está al norte de Kyoto.

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En Kyoto hemos vuelto a repetir nuestro ritual: visita a la oficina de información de turismo, donde nos han dado un mapa, un plano de autobuses y nos han explicado cómo llegar al hotel. Esta vez estaba un pelín más alejado de la estación y hemos tenido que andar 20 minutos con las maletas, pero ha merecido la pena. Es el mejor hotel que hemos tenido hasta el momento en Japón. La habitación es la más grande que nos hemos encontrado hasta el momento y ¡hasta tiene un pequeño armario! que nos viene genial para dejar la ropa porque ahora si que vamos a estar 8 días seguidos en este hotel. Además, resulta que también tienen baño japonés en la 13ª planta.

Cuando hemos querido salir a ver la ciudad ya eran las 14.00 y el estomago rugía después de arrastrar las maletas, así que justo enfrente del hotel hemos comido un plato de arroz+ternera / ramen + ternera. Es increíble lo poco que tardan en servirte la comida, no sólo en este restaurante sino en otros muchos en los que hemos estado. Concretamente hoy en la cena lo hemos cronometrado y han tardado 3 minutos en traernos los dos platos. No me extraña que aquí no tengan excesivo éxito el McDonalds, a su lado es comida lenta y encima harto complicada de comerla con palillos. De verdad que en los restaurantes esta gente tiene un grado de eficiencia altísimo. Además, nada más llegar te traen o bien un vaso de té verde o bien un vaso de agua con hielo y una jarra (gratis). 

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En fin, después de llenar el depósito decidimos comenzar viendo la zona que está cerca del hotel y de la estación de tren. Lo primero que visitamos fue el templo de Higashi Hongan-ji. En estos momentos están reconstruyendolo pero tienen zonas que se pueden visitar. Es impresionante el tamaño tan grande del templo. A su lado todo lo que hemos visto hasta ahora son templitos. Además, los interiores también son mucho más ostentosos, con más brilli-brilli y pan de oro por todas partes. En su interior lo tienen cubierto de tatamis y había gente en grupos, no sabemos si rezando o haciendo meditación con unos monjes. Como curiosidad, en uno  de los pasillos tienen expuesto un trozo de cuerda hecha de pelo humano, que fue donado por devotos del templo para elaborar las cuerdas con las que se reconstruiría el templo tras unos incendios que tuvieron lugar a finales del s. XVIII.

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No muy lejos de allí se encontraba otro templo: el de Nishi Hongan-ji. También es un templo de gigantescas dimensiones que cuenta con unos 5 edificios. Al parecer el templo se construyo en el siglo XVI como sede de una escuela budista (Buda Dharma) que todavía persiste. Los dos templos son bastante parecidos tanto en el exterior como en el interior.

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De ahí fuimos a la estación de tren para poder ver, más tranquilamente y sin maletas, la estructura moderna de acero y cristal y la torre de Kyoto que esta justo enfrente. La verdad es que siempre es interesante ver este tipo de edificios. En este caso es una estructura bastante abierta, en cuyos laterales se encuentra un centro comercial. Por unas escaleras mecánicas puedes subir hasta la planta 11ª para ver las vistas desde el “jardín feliz” que está en la última planta, desde la cuál ves los alrededores de la estación de Kyoto desde el aire.

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De aquí nos hemos vuelto al hotel a descansar un rato, pero nada más llegar se ha puesto a diluviar como si no hubiera mañana y ya nos ha dado pereza seguir visitando cosas, así que hemos terminado por visitar el Family Mart más cercano e ir a cenar a otro restaurante que está cerca del hotel. Asi aprovechamos para cargar fuerzas que mañana va a ser un día de los buenos.